Periferias antropológicas

A Primo Levi

La experiencia universal fisiológica entendida como la de todo cuerpo a través del tiempo y en el espacio que le es propio (dado que un cuerpo solo limitadamente puede relacionarse con lo que le rodea), constituye una periferia frente el mito (de cualquier cultura histórica); y que para dicha periferia el mito es el centro sociorracional y semiótico en torno al cual todo grupo humano-cultural se articula.

Naturalmente, en la antesala del mito hay que dejar hasta cierto punto una parte de la idiosincrasia más íntima, pues el mito lo más de las veces es en verdad un asunto de, en realidad, lo identitario, que excluye el cuerpo en tanto lo identitario se parece más a una estampa de cierta obligación sin duda, pero que posterga un tanto la fisiología-corporalidad más idiosincrática de cada uno.

Pero también hay que tener en cuenta, sobre todo con el paso del tiempo, que el mito carece de vivencias fuertes en lo corporal (puesto que el mito es en esencia materia incorpórea pictórica y narrada, y como mucho fisiológica, pero sin alcanzar nunca, o pocas veces, la realidad corporal digamos dura). Y eso parece ser causa aún más intensa de la necesidad que tiene el mito de encarnarse de vez en cuando y como sea, en el espacio propio de los cuerpos, típicamente a través del dominio, y hasta destrucción, de los cuerpos ajenos, exogrupales; es más, se diría que esto es algo así como un constante histórico respecto de los grupos humanos que, por una parte se aglutinan en una experiencia solo fisiológica vigorizada y de carácter moral entre sí (y por eso aún más intensa en su fisiología) pero que excluye en el sentido aquí esbozado la corporalidad (debido a que la unión anatómica evidentemente entre nosotros no es posible, sino solo a través de las vivencia fisiológica vivificada); que por ello se ven necesitados, digo, de abrirse camino alguna vez a través de alguna realidad corporal, y esto típicamente en los objetos humanos carnales no pertenecientes que siempre han venido muy bien a la autoafirmación etnogrupal propia, respecto grupos que logran por fin reflejarse en la realidad corporal de alguien (de los que sean), como si en la carnalidad tuya logro, por fin, trascender desde lo mítico a la vida política real, o algo así.

Es decir, sobre los restos orgánicos-óseos tuyos, por ejemplo -que luego mandaré convertir en humo y ceniza, pues tal es mi poderpor fin soy.

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La periferia guardiana del héroe (heroína)

1)Los grupos se sostienen sobre el bucle que se establece entre la vivificación sensoriometabólica y la reconstitución sociorracional.

2)Pero la reconstitución sociorracional es siempre un contexto histórico y un locus cultural determinado, y por tanto también debe considerarse una forma de definición particular de lo fisiocorpóreo, un definir que es también de alguna manera un excluir respecto de la espontaneidad original de la experiencia corporal-fisiológico. Y por tanto al quedarse de esta manera asignados los recursos fisiológicos disponibles en aras de una definición sociorracional ya consabida, el fondo moral-racional original de los individuos queda desplazado y en la periferia de lo que es la centralidad cultural y sociorracional ya consitituida, a la espera de lo que a partir de entonces será su función rectora digamos a distancia, la de servir como límite moral y guardián respecto los vaivenes en el tiempo de la centralidad cultural ya establecida.

3)Pero la posición periférica es también una posición vulnerable a los excesos autoritarios de parte del poder rector de la centralidad cultural y su particular sociorracionalidad, pues si la libertad base de carácter corporal-fisiológico de los individuos (por cuanto sean libres al menos en su subjetividad psíquica) no se respecta, esta función rectora por parte de la moralidad corpórea desplazada no puede ejercitarse de la forma más efectiva.

4)Por eso, y parece en todas las culturas de formal universal, los héroes son tan importantes (los de todo tipo: los bélicos, los astutos y los -o las- audaces) pues en cuanto figuras que surgen desafiantes, respecto toda situación ya consabida posible, encarnan esta función rectora y de guardián frente a los límites tolerables en el decurso vital de, en realidad, el grupo cultural. Y, acorde con eso, nuestra propia percepción posee una aguda sensibilidad al perfil de héroe que, en cualquier sentido de coraje comparativo, se sobresale respecto a los demás.

5)De hecho, somos tan propensos a identificar al héroe que es un punto delicado respecto todo poder político o cultural ya establecido, pues es como si al poder consabido se le pudiera atacar precisamente en esta sensibilidad corpóreo-moral que habita la sensorialidad humana universal del perceptor: claramente existe un límite en el nivel y ferocidad de la violencia ejercida contra otros que la homeostasis sensoriomoral humana no puede asimilar sin alterarse; y que en el sobrevenido rechazo visceral, se erige una línea roja más allá de la cual el poder de la rección política se convierte muchas veces en terror, y por tanto, en el enemigo ella misma a batir desde la óptica del súbdito psíquico-moral.

(Colóquese a modo de encabezamiento de este último texto una fotografía en primer plano de Edward Snowden)

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