La trayectoria propiciatoria de lo humano, hasta hoy

Cheap Trick, Dream Police (1979)

La desviación de la violencia entendida a lo Girard puede concebirse como, en realidad, una huida de nuestra propia vacuidad neurológica y el terror que dicha condición adánica de indefinición efímera nos produce: que no hay, en última instancia, otro recurso al sentido, a lo que parece, que los cuerpos ajenos, y dado la calidad quimérica y vacía del origen de nuestra propia consciencia individual.

Pero esta circunstancia a la larga da lugar a otra dificultad que es la sujección de todo sentido humano en la otredad, lo que refuerza al mismo tiempo -de forma indirecta y no abiertamente contemplada- la naturaleza nihilista que, al fondo de todo y si uno lo va pensando, nos habita como condena.

La tendencia propiciatoria de la cultura humana está arraigada en la neurología humana y en el hecho de que somos, ante todo, seres homeostáticos que nos vamos rellenando (a partir, por tanto, de una vacuidad técnica inicial) de vivencias sensorias que son la verdadera argamasa de la interacción sociofisiológica posterior y fuerza causal primaria de todo sentido humano moral-racional posible, pues no hay individualidad sociorracional sino a través, en realidad, del otro.

Pero, el hecho es que el porqué intrínseco de mi propia capacidad de raciocino (como conciencia habitante que soy de esto que es mi cuerpo) no es, sin embargo, inherente a mí, sino que se encuentra en el otro quien extrínsecamente me obliga a mi propia subjetividad socio-personal.

La paradoja que aquí se intenta esbozar tiene su origen en la neurología humana entendida esto a lo damasiano, si bien parecería ciertamente también una condición base y universal de la cultura en sí.

Se puede argumentar, por tanto, que el camino a seguir es, simplemente, esta misma trayectoria propiciatoria ya esbozada a través de la historia de la cultura, y tal como ésta la entiende Girard; que lo propiciatorio es, en realidad, una forma de relleno y encarnación respecto una fuente inaprensible de lo humano (esto es, la consciencia propiamente dicha) que, por circunstancias simplemente biológicas -o más exactamente, sociobiológicas– se ha puesto más allá de nuestros dotes empíricos (ya que nuestra capacidad de raciocino y análisis empíricas son producto diríamos derivado de, compuesto por, dicha anterioridad neurológica).

Inmersos como estamos en la permanente reconstitución sensoriometabólica de todo yo sociorracional, parecería difícil (si no imposible) volver racionalmente sobre la vivencia fisiológico-corporal que antecede y funda nuestra propia cognición y su carácter racional.

De manera que la propiciatorio ha de culminarse -pudiera argumentarse- en una rección humana sociobiológica que ya se encuentra de forma totalmente extrínseca a su propia entidad sociocorporal viviente; que esto sería asimismo la posibilidad de una agencia técnica a nivel, por fin, de la especie y ante su tiempo real ya no mediatizada por la experiencia fisioantropológica perteneciente de ningún sujeto homeoestático particular.

Es decir, al no jugarse ya el cuerpo propio sobre ningún tablero sociofisiológico real compartido ni históricamente particular, el sujeto agentivo se hace, además, intrínseco respecto su propia posición y óptica regidoras. De manera que la desviación logra convertirse (ahora de forma técnica), en un apartarse estructural y ejecutivo, despojándose al mismo tiempo del aspecto fisiológico y preconsciente de lo moral humano. Y a partir de entonces las cuestiónes del porqué de las cosas, respecto a qué fin y meta previstos y el cómo llegar ahí, se vuelven asuntos racionales en un sentido verdaderamente técnico, puesto que toda descisión agentiva en cualquier sentido no está sujeto por más autoridad que un mismo ente executivo en su propio criterio técnico scientífico-humanista, exclusivamente.

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