
Los seres humanos como individuos están tan imbricados con el grupo al que pertenecen (y por ello con los fundamentos universales de la especie sociobiológica de la que son propios todos los grupos) que cada uno de nosotros somos una suerte de isomorfismo del sentido total del conjunto; o una singularidad fractal respecto un patrón mayor que, en cierta manera eclipsa el sentido exclusivamente personal de cada uno, que también lo tenemos y es parte inherente a nuestra Importancia significadora.
O sea, habría que explicar la plenitud del sentido colectivo que rige nuestra biología, por una parte, y también por otra, la otra eminencia que es nuestra personalidad singular e intransferible: ambas vertientes de nuestro significar hacen que no sea nunca estrictamente necesario entender la muerte y lo efímero de la vida como un baldío.
Y esto prepara el paso argumental siguiente, el de que el sentido humano es el llegar a construir el sentido mismo a través del otro. Para eso estamos. Estar para ser incoativamente, cognitivamente como individuos para el ser a través del colectivo.
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