Nuestra aversión a la historia en «El mito del eterno retorno» (algunas esquemas)

Obra publicada originalmente en el año 1949

I

Si somos homeostáticos, entonces somos hedonistas.

Sí hedonistas, entonces nuestro ímpetu vital base sería la consecución del confort.

Si nos impele o espolea la consecución de confort, avengámosnos a reconocer que vivimos en la violencia de nuestra propia imposición vital.

Si eso es cierto, se establece una equivalencia entre confort y el poder de conseguirlo.

Y así, el poder deviene en una forma de confort en sí mismo.

Si todo esto es cierto, la conciencia y raciocinio humanos pueden concebirse como dispositivo que contrarresta nuestra violencia base como autoimposición vital;

Pues no de otra manera hubiera podido hacerse compatible nuestra voluntad homeostática a la vida como imposición vital individual, con la continuidad en el tiempo del grupo antropológico.

II

Pero si nos amparamos en el estar con los nuestros, el ser consciente de nuestra propia individualidad también nos arroja a una condición de orfandad respecto a un cobijo corporal anterior.

Por eso sentimos cierta aversión al ser frente al más límbico estar.

Por eso el salir de nuestro modo cognitivo correlativo a tener que entender causalmente las cosas a través de una focalización cortical prolongada, nos suele abrumar.

Además de nuestro modo cognitivo por defecto correlativo, nos aferramos tambien por las mismas razones a la ritualización (una forma de conocimiento que no precisa de la reflexión focalizada).

Porque al recontituirse el ser (a partir de un estar socio-homeostático anterior), se nos arroja de nuevo a la orfandad del pensamiento analítico; una orfandad de la que la filosofía contemporánea, por ejemplo, aun no ha sabido regresar.

III

Debido a ello, los contextos antropológicos agrourbanos dependen de la experiencia estética. Porque el regreso no es, finalmente, posible en tanto que el sentido técnico evolutivo del ser era (aún lo es), precisamente, hacer frente al estar.

Una función del ser que pudiéramos entender como maniobra de suprema autonomía individual pero como salvagurada colectiva frente al peligro, justamente, de lo gregario; si bien parecería intolerable tener que aceptar el raciocinio humano como, en realidad, complemento accesorio de otra fuerza principal.

Pero nuestra vivencia estética nos protege, finalmente, de esta forma de desamparo que es el raciocinio y en tanto pueda entenderse como factor distorsionador de la psique moderna.

La música, la literatura, los medios audiovisuales y de comunicación, junto con cierto régimen publicitario que funda lo contemporáneo, pueden entenderse como espacios de vivencia estética (a través de la imagen y la vivencia visceral no analítica de la percepción).

Si bien no resuelven el «problema» de lo racional como orfandad, son ellos mismos un mecanismo de regreso que, excepto como objeto de contemplación intelectual-académico, permanece en la perferia consciente de la cultura.

Es decir, del carácter sacro de nuestro vinculo individual con el grupo cultural (de donde procede el porqué original de todo yo individual y socializado) solo puede vivenciarse a través del cuerpo y su estar más apegado; aunque el poder hablar de ello solo ha sido posible a través, originalmente, de las religiones históricas y el pensamiento en general mitológico.

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Apuntes sobre un esbozo histórico del logos

En tanto condicionado por, producto de, el contexto antropológico, el logos puede contemplarse -tentativamente- como propio más bien de la experiencia agrourbana, pero no de forma coincidente sino en tanto respuesta necesaria a dicho modus vivendi. Argumentamos, por lo tanto, que la experiencia nómada retiene la experiencia socio-homeostática física primaria (el locus) como dinámica más importante, mientras que la experiencia sedentaria, por distintas razones, no puede depender de forma tempoestrctural del locus y por causas estrcucturales tiene que desarrollar el logos, puesto que todos los grupos humanos, tanto los nómadas como los que se arraigan más, se articulan a través de la cognición individual.

Papel del cerebro automático: Como en ambos marcos antropológicos el CA constituye el elemento regidor, la pérdida del entorno socio-homeostático nómada del desplazamiento colectivo mucho más constante, ha de compensarse de forma virtual y por medio de mayor desarrollo semiótico de los contextos sedentarios. De tal manera que el yo sedentario se convierte en una fuerza animadora del entorno socio-homeostático ahora postergado de alguna manera; conlleva el corolario del tiempo generacional de todo presente como sala de espera respecto de la siguiente (en cuanto la función de atrezo que supone toda generación del presente para la siguiente).

Papel de la memorísitica individual: El de ancla frente el carácter difuso del tiempo generacional debido a nuestra naturaleza cognitiva y al hecho de que la articulación de los grupos humanos culturales e identitarios se realiza a través de la psique individual. Pero sería esta singularidad intransferible de cada individuo que nos hace extrañamente únicos en nuestro desarrollo neurobiológico vital frente a cualquier otro ser humano, lo que parecería hacer posible y técnicamente viable que la especie humana hubiera sobrevivido por medio sobre todo de la calidad vacua -por tanto elástica, poderosamente maleable- de nuestra homeostasis y cognición mediatizadas neurológica y neuroquímicamente por, en realidad, el grupo propio de pertenencia.

Sentido que a la vida le da la muerte: Quíza justamente por eso tiene tanto valor, de forma revulsiva, la condición mortal nuestra. Es decir, dicha calidad individual única que le presta la propia trayectoria nuerovital a todo ser humano es, puede entenderse como, en realidad, una forma compleja de rentabilizar nuestra finitud (mientras el que seas importante en tu singularidad por otra razón que no sea lo estructural, eso depende como siempre del otro, es decir, de llegar a conectar de alguna manera con los demás, lo que se entiende también de una lógica evidente respecto de una especie que solo sobrevive por cuanto se hubiera articulado histórica y evolutivamente en grupos y a través de la comunicación social). Pero el que cada persona con la que por primera vez te topas sea un mundo desconocido, no deja de ser un punto vivificador de gran fascinanción para nosotros a futuro, que inyecta cierta bienvenida tensión en las cosas cotidianas y a medida que avanzamos por la vida en anticipación de uno u otro tipo experiencias por venir.