
Canción de 1982
Los grupos humanos no suprimen la individualidad singular sino que la rentabilizan respecto la continuidad en el tiempo del conjunto antropológico. En este sentido, la argamasa real de los grupos es la vivencia más metabólica que en realidad física del individuo, pues es a través de nuestra mecánica sensorio-homeostática que el individuo se homogeneiza en un sentido identitario y cultural, siempre a partir de su propia, muy necesaria y siempre presente idiosincrasia en tanto cuerpo independiente.
De tal forma que dicho proceso de homogeneización como la definición cultural de la personalidad humana se hace dependiente, al mismo tiempo, de la anomia que estructuralmente -y en tanto sistema complejo– supone toda singularidad humana perteneciente. En este sentido, podría decirse que la realidad física y corporal queda momentáneamente suspendida en la vivificación sensorio-metabólica de, simplemente, nuestra percepción como antesala del proceso más amplio de la homeostasis fundacional sobre la que se yergue nuestro organismo biológico.
De hecho, todo espectáculo presenciado colectivamente supone ya una unicidad multicorporal al menos en un sentido fisiológico. Si bien esto no quiere decir que todos, ante tal espectáculo, percibamos exactamente lo mismo (pues todos somos in corpore a partir de una experiencia vital-corporal previa única), sí que se trata de una vivencia común dentro de cierto rango de posibilidades; es precisamente en tanto espacio ambivalente que supone la vivificación sensoriometabólica que la definición racional y sociocultural puede darse, según el imperativo vital de la pertenencia que nos habita al fondo homeostático de todos nosotros.
De tal forma que sobre el perspectivismo singular, pero a partir de múltiples cuerpos obligados cada uno a la zozobra más íntima del estímulo sensorio, es el grupo cultural que se aquilata en una dirección u otra, en su propia definición moral-racional particular a partir de, en primer lugar, cierta definición -o “normativa”- emocional al que siempre se le ha obligado, quiera o no, al individuo perteneciente y socializado en el decurso su propia evolución psicológica. Pero como lo moral-racional solo puede producirse (y sostenerse en el tiempo) a través de la anomia sensoriometabólica anterior y prerreflexiva, el cómo sentimos y qué significa no puede decirse nunca que sea solo una imposición de tipo social, aunque sí que lo es en parte).
Y nuestra personalidad, esto que somos en tanto cómo sentimos las cosas y en cómo nos posicionamos íntimamente ante ellas, surge precisamente de este espacio intermedia entre la obligación colectiva por una parte, y la pugna permanente que se establece entre nuestra propia anomia como seres homeostáticos que dependemos, además y precisamente por eso, de nuestra naturaleza hedonista.
O así debe de funcionar la homeostasis en tanto dispositivo biológico que se asegura en el tiempo como tal a partir del desear vital más básico de todo organismo vivo. ¿En qué puede consistir la homeostasis sino cierta bondad técnica y vital que son nuestras pulsiones más hedonistas, como aquello que, en el plano social y de forma permanente, tiene el efecto último -enrevesado, si se quiere- de situarnos de nuevo ante lo moral-racional del grupo antropológico particular; en tanto necesidad urgente, siempre renovada, de que se imponga nuevamente el sentido de las cosas, o que al menos sepamos dónde buscarlo, pues nuestro amparo corporal, por extensión la vida misma, siempre ha dependido de ello?
Y, por otra parte, el dolor del desmadre y de los excesos pulsionales que acaban llevando por delante a otros seres humano pertenecientes, no se asimila fácilmente y siempre supone un trauma colectivo (moral), siendo el dolor mismo un nuevo reclamo del orden racional.
Así, la paradójica unicidad colectiva del grupo antropológico se erige sobre una pasajera y momentánea ocupación sensoria de la conciencia humana (lo que es, por otra parte, la esencia reconstituyente o emergente de nuestra cognición1). Y esta suspensión momentánea en tanto ocupación sensoriometabólica de la mente, supone también nuestra efectiva incorporación antropológica respecto al grupo de pertenencia, siempre que siga imperando en cualquier sentido y medida nuestra dependencia corporal-vital en los demás.
Pero esto seguramente es más fácil conceptualizar como proposición teórica respecto a los grupos humanos no afincados en la agricultura, pues una forma adicional de la ocupación de la mente en el sentido que aquí lo estamos manejando, es a través del movimiento corporal en sí mismo (esto es, en la locomoción directamente anatómica tal como es el andar, el ejercicio físico o la danza), en tanto que todo movimiento corporal prolongado constituye al final una forma de rítmo que, efectivamente, nos libera del peso de la parte más racional y consciente de nuestra cognición: en el electrólisis digamos de la ocupación corporal, dejamos repentinamente de tener una noción clara (pesada) del paso del tiempo en tales estados e incluso parecen volar libres nuestros pensamientos al recolocarse la mente a una posición de alguna manera periférica respecto al cuerpo.
Por otra parte, puede arriesgarse plantear la noción de nuestra necesidad del trabajo como modus vivendi sedentario no solo por razones inmediamente vitales o exclusivamente alimentarias, sino debido también al problema técnico que supone recrear, como si dijéramos, una misma mecánica socio-homeostática de reforzamiento grupal, pero resepcto un contexto vital ahora inmóvil. Pues en tanto que el trabajo y el quehacer físicos que nos parecen tan importantes a los seres humanos sedentarios nos dejan hasta cierto punto abstraídos de la pesadez del cuerpo, y en tanto que queda diluida nuestra sensación de estar consciente que se pierde en la repetición del movimiento corporal y la ocupación cotidiana, de una forma u otra, de la totalidad de nuestro ser, parece que se ha sustituido efectivamente, y por lo menos un tiempo, cualquier necesidad de ir a alguna parte, pues se ha logrado eso mismo de forma viritual, en la ocupación metabolica de nuestro organismo más que de cualquier forma corporal.