Que sería la estructuralmente acorazada posibilidad de vivir las potencialidades fisiosemióticas humanas (que son
la interpretación opróbica,
la proyección fisiológica (fisiosemiótica)
además de la imposición fisiorracional)
al socaire de una sociorracionalidad que le sirve a esa sustancia fiisocorpórea (finalmente colectiva) para sujetarse en el tiempo cambiante que es, sin embargo y paradójicamente, un tiempo único y siempre el mismo en un sentido estrictamente fisiológico-sensorial. Una fisiología humana universal al mismo tiempo que única (en cuanto solo de percepción individual) que pudiera concebirse, por tanto, como las calles y muros perennes de los pueblos de larga historia europea (por ejemplo), y si al andar por ellos uno se pone a pensar en las generaciones que vienen y se van, a través de las décadas y de los siglos, pero sobre estas mismas superficies materiales pétreas, básicamente inalterables. La racionalidad se postra, por tanto y en el fondo, ante la fisiología, no al revés: ésa es la verdad.