El origen somatosensorial de toda aristocracia ejemplar
-Una biología de las sociedades (Ortega y Gasset) que antecede toda institución después humana y social
-El oprobio biológico
DOS FUERZAS CENTRALES
-una más defensiva frente a la otra que es de carácter eferente y hacia fuera
–Pero ambas constituyen una suerte de programación moral que se impone sobre la fisiología del individuo de tal forma que la propia realización vital individual tiene, sin embargo, su centro funcional en los otros. Es de esta forma precsiamente que los grupos humanos lograron permanecer sin dispersarse, lo que supone la configuración base sociofisiologica que, aun hoy, es la nuestra.
Ejemplaridad y docilidad (comentario):
La figura del héroe empieza por ser primero una pauta fisiológico-sensoria (muy probablemente del tipo que desarrolla Ortega en su apartado del mismo titulo) para después formar parte de una lógica narrativa. Es un ejemplo, por tanto, de cierto traslado que se produce entre la fisiología real y física a un ámbito de representación de carácter totémico, pero que es igualmente oprobicamente relevante para el individuo (aunque no directamente moral respeto el escrutinio público). Es decir, dicho ámbito totémico y virtual tiene una relevancia moral a nivel emcional interno para el individuo sintiente, hecho que es apenas perciptible a partir de la observación objetiva externa.
Se obedece a un mandato, pero se es dócil a un modelo
Encapsula la idea de que se trata primeramente y ante todo de un fenómeno óptico.
Dos fuerzas centrales, una el anverso de la otra…
Como si de un continuo se tratara, una es el contrario de la otra, siendo finalmente ambas partes de un conjunto en realidad opróbico por cuanto ambas se relacionan a través de la permanencia o no del individuo respecto del grupo. En un caso el efecto es “proactivo” y hasta una forma de alegría como precisamente el máximo amparo existencial que podamos conocer; el otro caso contrario es el espanto también mayor de nuestra exclusión (terror que es en el fondo algo así como el espectro equivalente de la aniquilación del grupo en sí, pero sola sentida y visceralmente real a través de la exclusión del uno frente a los demás).
Crítica a Ortega
En este punto resulta necesario señalar un defecto (pienso que serio) respecto el esquema conceptual de una aristocracia fisiocorpórea de Ortega. Y es que la cadena causal ejemplaridad-docilidad no se explica bien sin una comprensión de lo que supone el rechazo por parte del individuo de los efectos fisiológicos que sobre el sujeto somatosensorial tiene la percepción, puesto que la agitación del estímulo –máxime cuando es intenso- puede sentarle muy mal al individuo: puede asustarle, irritarle y, claro, ponerle fuera de sí (¡sorprende que nuestro pensador no hubiera prestado atención alguna a esto!) Pero esta parte de nuestra respuesta sensorial es también clave y patrimonio crucial de toda individualidad primeramente somatosensorial, puesto que en el momento vivo del presente fisiológico-corporal podemos llegar a considerar en algunas circunstancias que todo tipo de preconfiguración fisiosensoria (eso es lo que postula en realidad Ortega) la sentimos como un estorbo a nuestra vitalidad presente y corporal, y eso por mucha importancia estructural que pudiera tener, pues el individuo simplemente “no lo traga” o que “no le da el real gana” (cosa que encaja muy bien por otra parte con la noción de una naturaleza humana básicamente hedonista (1))
Con lo que llegamos a un nuevo equilibrio que se asienta sobre una nueva oposición, la que existe concurrente siempre al momento del presente vivo del individuo sintiente, frente a todos aquellas fuerzas de pulsión metabólica y preconscientes que, en distintos grados de origen filogenético han llegado -lógicamente, antes de la consolidación definitiva de la agricultura- a incidir crípticamente (esto es, de manera ante consciente) en el ente separado que somos en nuestra, a todas luces autónoma, experiencia corporal-sensorial. Es, entonces y de esta manera que los seres humanos podemos rebelarnos contra estas ataduras preconceptuales cuyos efectos sentimos que nos pueden llegar a abrumar tanto. Pero, sin embargo, es este hecho lo que no tiene cabida dentro del planteamiento teórico de España invertebrada (respecto concretamente la relación planteada entre la ejemplaridad y la docilidad como una biología social anterior a cualesquiera planteamientos posteriormente jurídico-políticos.) Pero sería precisamente de la naturalidad de nuestra “antinatural” rechazo de los procesos fisioopróbicos internos (originalmente filogenéticos) que evidentemente nos constituyen en nuestra biología social, la que cualquier explicación pretendidamente racional que se esgrimiera tendría que dar cuenta. Esto es, tal teoría tendría que explicar ya no nuestra adhesión metabólica (en, por ejemplo nuestra admiración por los “excelsos”), sino el hecho de que precisamente eso que nos constituye en nuestro digamos tejido emocional, lo podamos llegar a rechazar con tanta furia y violencia emocional.
Pero hasta aquí en el discurrir de lo que se pretende fundamentalmente técnico en cuanto una visión de la fisiología humana, queda patente la necesidad de una tensión permanente entre las partes de todo conjunto vivo (seguramente sea esto así a nivel molecular y celular, o respecto grupos de seres multicelulares y finalmente humanos); pues la enjundia vital y palpitante de cada uno de las partes es la llave de la posibilidad de la permanencia del conjunto. En este sentido, el presente vivo tiene una lógica prioridad sobre todo la herencia biológica de la especie, puesto que es la pulsión vital y a la vida misma que solo conoce el cuerpo vivo aquello que, de alguna manera, hace necesario que se traiga nuevamente a colación toda nuestra herencia filogenéticamente recibida (incluyendo, claro está, la de tipo social o grupal); y en rigor, exactamente lo mismo ocurre con la moralidad-racionalidad humana cuya renovada legitimación nuevamente emergente, solo puede ser la de la anomia de la pulsión fisiológico-somatosensoria anterior que, de manera recurrente y en el logos de una multiplicación circunstacional a través de múltiples organismos independientes, pide de nuevo que se le vuelva a encauzar y embridar, pero según el patrón de un grupo ya establecido. Pero la insumisión nuestra, incluso respecto a nuestra propia sensorialidad somática (y las reacciones emocionales-opróbicas que en nosotros nos provoca) tiene una importancia evidentemente técnica que convendría que se comprendiera conceptualmente y más allá de solo la literatura (¡que ésta sí nos enaltece como individuos precisamente por cuanto insumisos!).
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(1) Concepto que recibe apoyo en la obra de, por ejemplo, Ignacio Morgado Bernal, Deseo y placer: La ciencia de las motivaciones (2019)
Damasio (de nuevo) y nuestro ente fisiológico-neural subyacente:
Acomodar a este contexto la idea del yo neurológico, lo que supone una fuente de «recursos» pre-conscientes que toda sociorraionalidad históricamente consolida puede ir explotando, esto de forma parecida a como la publicidad busca aprovecharse de la parte inconsciente nuestra para incidir sobre la conducta racional; o de forma parecida con la que antes lo hiciera los sistemas culturales religiosos. Además, esto supone una buena oportunidad para introducir el tema de lo opróbico como viga maestra de la individualidad social que solo puede formarse inexorablemente frente a un grupo; la vacuidad neural se presta teóricamente a esto: he aquí el patrón «modular» que dice el autor (Anderson) que es en realidad un ámbito subyacente (y anterior neurológicamente hablando) que actúa efectivamente como un recurso que la circunstancias de una geometría opróbica en el tiempo real e histórico pueden ir explotando, máxime respecto la antropología sedentaria.
Que es decir, la profundidad estructural de los grupos humanos en el que se dirimía la supervivencia colectiva pero a través de la sustancia somatosensorial de todo individuo dentro un mismo logos espacial de pertenencia, es lo que subyace tanto a
-las antiguas cosmovisiones religiosas,
-el derecho divino de los soberanos,
-y, después, el nacionalismo histórico tal como lo entendemos hoy
O sea, se unifican las tres cosas en una teoría de la «geometría fisioopróbica de los grupos humanos».