HibrisDolorSentido

La violencia del ser humano en su imposición en general vital, hace que, mediante el dolor, sea necesario el sentido (sentido/moralidad, sociorracionalidad). El individuo ocupa la periferia, puesto que el grupo en rigor solo existe de forma metabólica -en la vivificación sensorio-fisiológica individual-; pero cada punto del triángulo ejerce su papel a través del grupo, esto es, inmerso en el drama de la pertenencia -o no- interno al individual. De tal manera que se puede decir que, respecto al grupo, la hibris y el dolor causado son para la forja del sentido; se trata de un bucle entre la vivificación sensoriometabólica individual por una parte, y el problema de la continuidad del grupo en el tiempo-espacio, por otra. Y puede resultar quizá lícito postular el dolor como tambien antesala de la estética, de tal forma que no sea necesario que haya siempre alguna forma de exceso, sino que la sensibilidad misma puede reforzar, en forma de yuxtaposición, el sentido operativo colectivo, o al menos respecto de la personalidad socializada del individudo (que es a fin de cuentas el dispositivo en sí mismo más importante de integración fisioantropológica).

Y habría que postular, además, la corporeidad singular de cada uno como factor causal inicial, en tanto condición de desamparo que solo alivia el grupo. Se trata, en efecto, del sentido ante todo de la propia conciencia socializada individual, cogida, podíamos decir, entre una fuerza interna prerreflexiva de la pertenecia por una parte, y por otra la voluntad en el sujeto sensorio tanto de colaborarción como también conflicto y transgresión (o las pulsiónes varias en sendos sentidos que nos habitan y que ocasionalmente-pero de forma inexorable-, vuelven a aparecer).

Aunque parecería que, por debajo de los altibajos sensoriales del individuo y más allá, en cierto sentido, de los vaivenes metabólicos de cada uno en el voragine de nuestra propia vivencia sensorio-corporal particular, la circunstancia finalmente más importante de todas es la colectiva en tanto permanecia en el tiempo. Pues evidentemente, sin el colectivo buena parte del dolor humano al que somos susceptible (en nuestra naturaleza filogénticamente evolucianda, sin duda) no existiría sobre nuestro horizonte vital; además, sin el grupo no sería necesario que hubiera sentido de ninguna manera.

(¡Crucial esto último!)