El demiurgo perenne del subsuelo contemporáneo
…”Observemos de pasada que las percepciones de Dick se nutrían de un fenómeno que en los años ´60 perturbaba a los estadounidenses: el avance imparable de la industria japonés de la copia (este influjo se aprecia nítidamente en su obra maestra, The Man in the High Castle). Con este y otros datos del contexto, el escritor elaboró su visión del mundo, adobándola con las creencias gnósticas vulgarizadas en los años ´50 por Ron Hubbard, un escritor de ciencia ficción más conocido como el fundador de la Ciencialogía. La creencia en un demiurgo que teje un manto de engaño sobre el mundo sostiene su visión de la realidad como un puro montaje (Disneylandia, cerca de la cual residía Dick, le parecía unos de esos despliegues ilusorios). No era el único en abrigar pensamientos de ese tenor. Del otro lado del Atlántico y libre de cualquier traza de misticismo, Guy Debord llegaba a conclusiones similares acerca del espectáculo engañoso en el que se ha tornado la vida moderna. Baudrillard toma esa idea de ambos y la convierte en la clave de bóveda del edificio conceptual de su etapa posmoderna, inaugurada con De la seducción(1978).”
De Baudrillard, una sociología de ciencia ficción, pág.2 Pablo Francescutti (UCM, 2011)
Una categoría fisiológica humana inherente al componente críptico de la individualidad antropológica, como sostén causal pero secreto de la racionalidad humana, y que en nuestra percepción ha de lucirse precisamente en su naturaleza indomable (para poder mejor ceñirnos por efecto inverso a nuestra entidad culturalmente racional); pero debido a esta para nosotros majestuosa libertad, se va haciendo con posiciones y espacios de control, o por lo menos se presta fácilmente a nuestro propio ímpetu fisiorracional y en las perpetuamente sucesivas visiones del mundo que vayamos construyendo e imponiendo, y que nacen de la necesidad seguramente de mayores y más vastos horizontes vitales, pero siempre hacia la entonación fisioexistencial intensificada, de la que tanto dependemos en nuestra esencia fisiológicamente sensorial.
El demiurgo es pues una causalidad fisiorracional nuestra que nos impele a una posible confrontación con el rival existencial para así poder ser al menos en la auto afirmación contraria nuestra:
Y la existencia necesaria del demiurgo deviene mi propia posibilidad ontológica de ser, como respuesta contraria y combatiente.
Y en tal contexto enconado de lucha fisiológicamente conceptual, puedo fisiorracionalmente ir construyendo sucesivas conceptualizaciones cada vez más pormenorizadas de oposición y resistencia que suponen verdaderamente un contexto de vida fisiológica vigorizada. Pero, aunque yo llegue a vivir acorde con algunos de las postulaciones que voy confeccionado, tiene lugar primeramente y sobre todo en un espacio socio-conceptual que permanece sin embargo fisiológicamente en tensión y aunque no llega a ser políticamente real.
Y es que es casi preferible, según mi parecer, que el demiurgo exista subversiva y periféricamente, como si dijéramos, respecto la racionalidad cultural estándar, lo que me permite transitar entre dos ámbitos diferentes posibilitando que haga yo tolerable las limitaciones de uno mediante el poder mío de vivir en referencia al menos fisiorracional al otro; pues a través del demiurgo fisiorracional y conceptual no tengo porqué dejarme constreñir solo por la conformidad antropológica (todo lo vigorizada que se quiera, eso sí), sino que puedo ser otro y siéndolo de modo mayor y fisiorracionalmente más amplio en mi propia rivalidad, resistencia y combate -al margen y subversivamente- con el demiurgo.
Aunque gnóstico que se dice en toda regla no soy porque eso de enfrentarse abiertamente con la racionalidad socio-conceptual y antropológica -esa que es políticamente real y con garra- hombre, que se lleva uno muchos palos, stá claro.
Y es así de esta forma que el estable y complaciente orden antropológico socialmente congruente del que pende mi propia individualidad socio-racional y cultural, lo someto críptica y sutilmente mediante el recurso al otro yo subyacente y físiosensorial que, tan indomable como siempre en su función base culturalmente subversiva (hacia una mayor tonificación finalmente fisiológica de todos, claro está), tiene el recurso estructuralmente lícito de abrazar su propia racionalidad fisiológica y adversaria, sobre todo fisiosensorial al tanto que también conceptual, siempre que, de un estado socio-conceptual incipiente y potencial, no pase nunca al escenario iluminadísimo de la racionalidad finalmente política con todo las consecuencias que ello consigna desde luego a la transgresión.