Informe para una academia (1917)

Aproximación «fisioantropológica» a la religión en los contextos sedentarios: un esbozo conceptual

1.Los grupos humanos dependen de las diferencias jerárquicas internas pues son el motor de su propia unicidad colectiva, sobre todo a falto de cualquier amenaza externa. Las diferencias jerárquicas, sociales y entre subgrupos abren la posibilidad de la autocoacción psíquica en el individuo.

2.Dada la escisión entre cuerpo y sistema nervioso y el hecho de que los grupos humanos se acaban sosteniendo sobre ella de forma más fisiológica que corporal, el individuo queda sumido en la ocupación base metabólico-dopaminérgica de su propia, más o menos constante, reconstitución sociorracional. El periplo del yo socializado que supone al mismo tiempo la articulación neurológico-cognitiva total a partir de la homeostasis sería, asimismo, a nivel estructural, nuestra efectiva integración fisioantropológica como seres copertenecientes y respecto un determinado locus cultural de pertenencia.

3.La autocoacción psíquica en el individuo se vuelve de gran importancia para los grupos humanos en tanto que reemplaza la violencia más físicamente cruenta de los cuerpos enfrentados entre sí; y porque supone la puesta de la emotividad humana individual a disposición del plano estructural tempo-espacial del colectivo. Porque la violencia interna de las autocoacciones en el individual, en tanto interpelación que nos somete y respecto nuestra propia autoimagen social, constituye una forma sin duda intensa de violencia no corporal sino de carácter moral.

4.A partir de entonces es la violencia física más bien barruntada y como temida posibilidad potencial (aunque ejecutada plenamente aún, pero con mucha menos frecuencia) lo que irá cohesionado el armazón colectivo de pertenencia identitaria y cultural. Y será cierta promesa implícita de definición, control y amparo que parece que tiene para nosotros la vivencia visceral de la violencia contemplada -pero de relevancia, en realidad, para nuestro propio cuerpo- lo que la convierte en fuerza de aglutinación, no solo de la experiencia social sino respecto la racionalidad humana en sí, y puesto que lo racional supone ante todo el dispositivo de nuestra fáctica integración al ser antropológico y culturalmente particular.

5.Más concretamente, la indignación moral ante las injusticias, los abusos y la inequidad contemplados intramuros del mismo colectivo humano, en tanto fuente de respuesta metabólica frecuentemente feroz en el individuo, debe concebirse como argamasa real de la cohesión colectiva y gran fuerza correctora de los vínculos estructurales entre sujetos homeostáticos pertenecientes.

6.De manera que el espectáculo de poderío corporal -de enjundia para nosotros manierista- y que emana de la visión del dominio de unos (los agentes humanos de la violencia perpetrada) sobre otros (los cuerpos asimismo afligidos, finalmente yertos de los objetos humanos), erige los polos opuestos y arquitectónicos de algo así como el espacio sociomoral universal humano. Es decir, a partir de un contexto proxémico que entreteje los cuerpos pertenecientes, actuará el espacio sensorio-fisiológico no directamente físico como traje protector respecto la nuda corporalidad antropológica, siendo la vivificación socio-homeostática y moral el claro en el bosque social, podríamos decir, hacia donde se transubstanciará en intensidad moral la otrora corpórea violencia más desgarradora.

7.O eso al menos respecto la experiencia endogrupal. Y es que la pertenencia antropológica del cuerpo singular abre, precisamente, la posibilidad de recurrir a la socio-homeostasis para cohesionar el grupo propio: pero a partir de entonces, las amenazas externas y culturalmente ajenas, en rigor, solo existirán en tanto frontón frente al cual nos reforzamos justamente como los dispositivos de acorazamiento fisio-homeostático que somos en tanto los colectivos culturales que nos hubieran llevado, en volandas, a través del tiempo evolutivo humano.

8.De «desafortunado» se podría calificar este aspecto histórico de los vínculos exogrupales por medio, justamente, de la violencia más cruenta y corporal que se hubiera auto-extirpado cada parte respectivamente. Sin embargo, dicha ferocidad antagónica entre grupos ajenos, sobre todo respecto la experiencia sedentaria, ha servido sin lugar a dudas, a la consolidación de los estados-nación originalmente europeas que hoy conocemos en tanto modelo planetario y que se hubieran erigido sobre la hoy en día inaceptable -al menos en teóría- conjunción de la guerra, la necesidad financiera de costearla, el desarrollo técnico para vencer en ella, además de la necesidad por tanto inexorable de parte del Estado (o monarquía o élite rectora financiera) de valerse por cualesquiera medios patrióticos y emotivos de la coerción de sus propios súbditos.1Charles Tilly    

9.La aparición asismismo histórica del lenguaje humano supone la ampliación del espacio de autocoacción íntima en el individuo. Se va creando un bucle, a partir de entonces, entre el plano semiótico abstracto y conceptual (que se postula necesariamente sobre espacios no susceptibles de contradecirse), y la autocoacción psíquica íntima en tanto coerción icónica que nos somete como individuos socio-homeostáticos pertenecientes frente a lo sociorracional colectivo y normativo. De manera que, de lo socioculturalmente postulado, en tanto semiótica conceptual normativa, puede valerse el sujeto socio-homeostático para ahondar su propia psicología individual a través de la capacidad humana de conocer la culpa, la necesidad puntual de reprimirse internamente, además de la transgresión como gran recurso sedentario.

10.La religión en tanto corpus conceptual sirve estructuralmente para articular espacios de vivificación fisiológico-moral y dopaminérgica para el individuo socio-homeostático. Dichos espacios se apoyan en el suporte semiótico-simbólico que es el lenguaje. En este sentido la experiencia estética se combina con razonamientos y lógicas morales (de vigencia, por tanto, socio-homeostática); pero a diferencia de las formas de vivificación simplemente estéticas o artísticas, los credos formales (que se establecen, además, sobre textos escritos) asignan, podríamos decir, la zozobra moral y fisioestética a la tarea de edificaciones conceptuales, finalmente epistémicas.

11.Si bien el catolicismo se presta a la comprensión clara de esta combinación de lo conceptual y la vibración sensorio-estética (porque se artícula expresamente sobre este eje, mientras que otros credos rehúyen -o al menos así lo proclaman- la vivificación estética), todo dispositivo religioso entendido desde una óptica antropológico-estructural funciona a favor de espacios de vivificación fisiológico-moral puestos a disposición de los sujetos homeostáticos sedentarios. De esta manera el proceso de reconstitución sociorracional (del estar homeostático hacia el ser socializado) vuelve a hacerse funcional y estable, pero auxiliado ahora por un espacio abstracto que rebasa en buena medida el entorno físico-espacial.

12.En rigor, las antropologías más proxémicas (o “no literarias”) hacen exactamente lo mismo, pero a través de una interacción social mucho más directa que depende de una utilería ritual mucho más amplio; espacios que igualmente garantizan la vivificación fisiológica, pero a partir de objetos y entes varios sobre los que se puede postular cualquier lógica, y dado que lo que no se pueda contradecir podrá adquirir, con el tiempo, alguna forma de normatividad colectiva.

13.Y es que parecería que toda cultura, máxime las más arraigadas en la dependencia agraria, no tienen más opción universal que poner a disposición de los cuerpos pertenecientes espacios para el vigoroso ejercició fáctico de dicha pertenecia, a través de la vivificación más sensorio-fisiológica que corporal. O así parecería ser la respuesta de evolución humana respecto al cuerpo singular que, vista desde el problema de la unicidad colectiva, constituye una cierta dificultad técnica a resolver; dificultad que, sin embargo, se acomoda eficazmente a la escisión central nuestra, la que a través de la homeostasis dispone, por una parte, de nuestro ente corporal, y por otra nuestro sistema nervioso y la experienca sensorio-fisiológica que controla.

14.Precisamente, el concepto de liminalidad 2Turner  debe considerarse un resorte en este sentido que, a partir de cualquier realidad fisiológica (que como solipsismo resulta opaca al razonamiento y adquiere, por tanto, una forma de impenetrable e inamovible estabilidad estructural) cabe vincularse ciertos espacios rituales y fisiometabólicos a partir de los cuales lo cultural y colectivamente consabido puede volver a afirmarse a través de las generaciones y la inexorable previsibilidad fisiológica que las constituye.

15.De manera que a lo largo de la historia del desarrollo tecnológico occidental se constata un proceso de expansión de espacios de vivificación fisiológica junto con las miméticas 3Norberto Elias promovida en buena medida por los adelantos técnicos: la imprenta, tanto respecto la palabra impresa como también técnicas de grabado de imágenes; la fotografía, la telegrafía, el cine, la telefonía y, finalmente, la radio, son todos suportes anteriores a la Segunda Guerra Mundial que espolearan la extensión cultural -y planetaria- de espacios fisiológicos de vivificación cada vez más amplios (es decir, a costa en cierto sentido del plano corporal y como una forma de “virtualidad” pre-cibernética). Puede argumentarse, en efecto, que el oleaje cultural de la llamada secularización histórica de la cultura tiene mucho que ver con el cisma que, poco a poco, se estaba produciendo entre la vivificación fisiológico-estética y la episteme, que ya no quedaban entrelazados por los grilletes de ninguna religión sino que iban por caminos ya separados. De manera que, desde una óptica estructural y sedentaria, la religión iba haciéndose cada vez más de carácter optativo en muchos contextos culturales ante la abundante variedad de cauces fisiometabólicos que fueron apareciendo y arraigándose.

16.Es asimismo importante recalcar la importancia dopaminérgica que implica lo epistémico al quedarse liberado de la otrora religiosa definición de cauces fisiológico-metabólicos de los que originalmente dependiera la experiencia sedentaria: de manera que puede esgrimirse el argumento de que la vida emotivo-mental (que se constituye presumiblemente de procesos fisiológico-dopaminérgicos íntimos) asumirá históricamente un papel importante respecto la funcionalidad sedentaria de las sociedades industriales. Pues desde el comienzo de la vida humana arraigada en los ciclos estacionales y agrarios, ha sido necesario acomodar una mecánica socio-homeostática de permanencia colectiva forjada originalmente a partir de la experiencia nómada anterior: dicho proceso de acomodación se ha consolidado apoyándose en la materia neurofisiológica y hormonal de la experiencia humana, para efectivamente suplir la reducción del entorno proxémico consustancial a la vida inmóvil agraria, y así rebasar en gran medida el plano físico-material en sí mismo.

17.Evidentemente, el nacionalismo entendido como fenómeno socio-homeostático de pertenencia de alta intensidad vivificadora -y también en su calidad de constructo contemporaneo a partir, más o menos, de la experiencia napoleónica europea-4Alvarez Junco replica en buena medida la relación que entre pertenencia socio-homeostática y la episteme establecen los credos sedentarios. Ante un indicio más estaríamos, por tanto, respecto la dependencia sedentaria en la vivificación sensorio-fisiológica en compensación por su condición estuctural mucho más inmóvil, en tanto constante que, alterando y metamorfándose en el tiempo histórico, permanece.

18.Sugieron coincidentes en el tiempo histórico, además, otros modos de vivivifcación más fisiológicos que corporales como puede ser el deporte entendido en un sentido mimético (esto es, en tanto experiencia que imita de alguna manera el fragor de la vida real, pero sin ningúna seriedad moral última5 Norberto Elias). Es decir, tanto como actividad a practicar cuanto espectáculo también de masas, el deporte contribuyó históricamente a establizar y hacer viable cierta planicidad inherente a la vida civilizada tal y como la conocemos.

19.Señalamos asimismo la sociedad de consumo, y concretamente, el desarrollo de la publicidad, como otra fuerza sensoriometabólica que acude también al auxilio contemporáneo de la experiencia sedentaria. Porque de alguna manera la publicidad desde siempre se ha propuesto encandilar vivificando el ojo consumidor, de tal manera y desde una óptica estuctural y agregada, la publicidad consitituye una verdadera ocupación sensorio-fisiológica del tiempo humano en sí. Y la aparición histórica de la televisión y su extensión popular por todo el mundo entre la década de 40 a hasta los años 70 del siglo pasado, rubricaría claramente esta función fisiológico-estructural.

20.Es también en este sentido que cabe entender los medios periodísticos tradicionales (prensa escrita, la fotográfica y la televisiva) como dispositivos catárticos cuya función estuctural es, evidentemente, la de exponer al sujeto homeostático a la zozobra fisiológica de la violencia contemplada y vicariamente vivida entre seres humanos, para así reforzar homeopáticamente el orden sociorracional y sedentario consabido. Es decir y siguiendo la estela de Dionisio en su paso por la historia humana según los griegos antiguos, nuestra exposición controlada resepcto la violencia contemplada y, por tanto, fisiológicamente experimentada por el individuo, supone asimismo nuestra tentativa inoculación contra futuros episodios de descontrol y anomia.

21.Es decir, desde la contemplación estructural y agregada en tanto sistema humano en el tiempo, la mecánica de los grupos sedentarios se alimenta de la violencia en tanto espectáculo moral: es el trauma sensoriometabólico en esta afrenta lo que catárticamente hace que volvamos a vivir nuestra pertenencia al orden colectivo -moral-racional y humano- como precisamente opción y poder personales que de nuevo ejercitamos con renovado vigor. En efecto, no otro fue, ha sido y es, la función de los credos religiosos que apuntalen contextos de vivificación sensoriomoral y metabólica de violencia controlada cuyo efecto último redunda en una vigorosa elaboración epistémica (teológica, finalmente humanista).

22.O sea, la historia humana no se libra de la violencia sino se desarrolla en conjunción con ella: he aquí la ambivalencia central que nos habita como seres socio-homeostáticos que solo somos racionalmente en tanto defenestremos la anomia del estar corporal anterior y preconsciente; lo que nos aboca, además, a una especie de nihilismo radical, en tanto todo acto del ser en sí mismo, supone una vital imposición violenta.

23.Quedan claro, por todo ello, las ventajas estructurales que supusieron históricamente los credos antropomorfas y la deuda que con ellos tienen la mente y la sociedad humanas contemporáneas. Mientras tanto y con poco recurso actual a lógicas epistémicas explícitas, quedamos encandilados y permanentemte susceptibles a una sutil seducción a través de una imaginería de poder, violencia, dominio y control; porque ésa es la atracción para nosotros de toda iconografía violenta: nos envuelve una visceral mística del control sobre las cosas como, en realidad, un experimentar sensorio-homeostático de amparo corporal y confort que toda violencia presenciada connota para nosotros, pues todo víctima y victimario, puestos en escena ante nuestra contemplación, están inexorablemente vinculados con cierta promesa para, en realidad, nuestros propios cuerpos. Por eso el lenguaje humano en tanto discurso de todos las culturas no se libra nunca de abundantes metáforas y imágenes en este sentido con fines y funciones no violentas sino simplemente de comunicación. Porque junto al horror y el dolor, la posibilidad moral -por tanto también racional- está para nosotros (paradójicamente o no) en la imposición humana.

1 Coerción, capital y los Estados europeos, 900-1990. Alianza,1992

2 El proceso ritual. Estructura y antiestructura. Taurus 1988

3 El proceso de la civilización: investigaciones sociogenticas y psicogenéticas. (1939) FCE 1988

4 Los dioses útiles. Galaxia Gutenberg, 2016